Pasiones corpóreas: experimentos de escritura visceral

La inteligencia encadenada pierde en lucidez lo que gana en intensidad. La única lógica que conocía Sade era la lógica de sus sentimientos. (Albert Camus, 1956: 36)

En la tradición occidental el cuerpo se ha considerado un obstáculo no solamente para la inteligencia, sino también para la acción. Es bastante desconcertante pensar sobre el cuerpo sin que quede relegado a significados y representaciones. Paradójicamente, si el cuerpo tiene una plenitud mágica para las fuerzas activas, es también un agente pasivo que espera a ser inscrito por logos particulares. En el ámbito de las ciencias sociales, ha regido una cierta metafísica que establecía dualismos entre cuerpo y mente, sujeto y objeto, naturaleza y cultura, así como entre presencia y significación. La vida del cuerpo sigue siendo algo inconsciente sobre lo que no se ha teorizado. Gilles Deleuze, escribiendo sobre Spinoza y Nietzsche, esboza una inversión filosófica al plantear un paralelismo entre cuerpo y pensamiento.

... el cuerpo ya no es el obstáculo que separa al pensamiento de sí mismo, lo que tiene que superar para llegar a pensar. Es, por el contrario, aquello en lo que se sumerge o debe sumergirse a fin de alcanzar lo no pensado, es decir, la vida. No es que el cuerpo piense, sino que, obstinado y tozudo, nos obliga a pensar, y nos obliga a pensar lo que está oculto al pensamiento, la vida.
 (Deleuze y Guattari 1987:189)

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